¿Tal vez tenía hambre?
El oso polar reafirmó su presencia por segunda vez al abordar el bote y erguirse imponentemente. La repetición de esta acción provocó preguntas sobre sus necesidades: ¿era motivado por el hambre, veía a la tripulación como una fuente potencial de alimento, o había otra explicación para su constante regreso? Más allá de los instintos básicos de la vida silvestre, el comportamiento del oso desafió las interpretaciones simples y reveló una complejidad en sus interacciones con los humanos. El Capitán Reynolds consideró ofrecer algo de su captura al oso para evitar el hambre. Ya habían consumido su quota de pesca, y si el oso estaba realmente necesitado, sacrificar algunos peces parecía un pequeño precio por la posible ayuda al oso en peligro. Esta consideración surgió de un sentimiento de empatía y reflejaba el deseo del capitán de mostrar amabilidad hacia una criatura salvaje.
Darle algo de pescado
Reynolds se dirigió al almacén conocido como “la caja de hielo”, un depósito para la tripulación que había sido capturada recientemente, para evitar el hambre. El objetivo era evidente: alimentar al oso con la esperanza de calmarlo o comprender sus motivaciones. Este instante de interacción, que cruzó la brecha entre humanos y animales, fue un experimento en comunicación y empatía. El Capitán Reynolds se acercó al bote con un gran pescado en la mano, convencido de que la presencia del oso polar sería indudable debido a la persistencia de sus sonidos. Su disposición a ofrecer comida era un testimonio de su compasión y su esperanza de que este gesto pudiera hacer que el misterioso visitante se sintiera aliviado o conectado con él.