Ruta de escape
María maniobraba con elegancia por el laberinto de cubículos de la oficina, con el corazón retumbándole en el pecho. De repente, un compañero dobló la esquina, evitando por los pelos una colisión. Con reflejos de relámpago, Mary fingió que tanteaba unos papeles, murmurando sobre un informe urgente que tenía que presentar. Ignorante, su compañera le dedicó una sonrisa comprensiva y siguió adelante. Inhalando profundamente, Mary se dio cuenta de que la habían descubierto por los pelos.
Armando el puzzle
Una acogedora cafetería, bañada por un suave resplandor, ofrecía un refugio ideal. Joffrey había llegado antes, saboreando ansiosamente su bebida, cuando María entró por fin. Sus miradas se entrelazaron, reflejando una mezcla de alivio y aprensión. Sin pronunciar palabra, María le pasó con elegancia los documentos a través de la mesa. En aquel breve silencio, ambos comprendieron el peso del inminente viaje que estaban a punto de emprender.