A hurtadillas
Mientras el director general se enzarzaba en un animado debate con Joffrey, Mary vio su oportunidad y la aprovechó. Entrar en el opulento despacho del director general fue como entrar en un sueño. Con el corazón palpitante, se embarcó en una búsqueda meticulosa, empezando por el escritorio y el cajón que Joffrey había mencionado. El tiempo parecía detenerse y, a la vez, precipitarse mientras ella se aferraba a la esperanza en su intento de descubrir lo que buscaban.
El cajón cerrado
saludó al sentir el cálido tacto del tirador de madera del cajón, pero su excitación se desvaneció rápidamente cuando descubrió que estaba asegurado con una cerradura numérica digital. “Por supuesto, no podía ser tan sencillo”, susurró en voz baja. Al intentar abrirlo, se dio cuenta de que los secretos ocultos del director general estaban protegidos tras aquella formidable barrera. La determinación se apoderó de su mente mientras se apresuraba a idear una forma de abrirlo.